La Iglesia Parroquial de Santa María la Mayor, en Tamarite de Litera, fue el escenario escogido por la Diputación Provincial de Huesca (DPH), para acoger durante la noche del viernes el primero de los conciertos del XXX Festival Internacional en el Camino de Santiago. Un honor que le correspondió a la violinista barcelonesa Adriana Alcaide, que con su enorme talento y su amplia sonrisa enamoró al público presente, al que hizo partícipe de una encantadora y muy interesante velada con su trabajo Still Life.
Un trabajo que, como ella misma explicó, significa literalmente ‘naturaleza muerta’ y define ese puente entre el pasado y el presente, donde piezas del más puro barroco, escritas exclusivamente para violín, se mezclan con sus propias improvisaciones. Adriana se deja llevar por la inspiración que estas obras le provocan y consigue su propósito de unir estos dos lenguajes. Su deseo con este programa es “llegar al máximo objetivo de la música, que es borrar los límites del tiempo y del espacio, para conectar con la esencia y la presencia de la belleza, la autenticidad y la creatividad”.
Con su gran virtuosismo al violín, la artista consiguió mostrar a los asistentes ese denominador común que busca con Still Life, y que conecta a la perfección con el Festival y el espíritu peregrino del Camino de Santiago: “El camino de la vida, un continuo buscar y encontrar, un viaje hacia adentro, un viaje espiritual”.
Un concepto que Adriana explicó a todos los presentes en el momento de interpretar la pieza Passacaglia (Sonatas Rosario), de H.I.F. von Biber. En ella, las mismas cuatro notas se repiten de principio a fin, mientras, a su vez, se van sucediendo otras improvisaciones. Una acertada metáfora de la vida, con un mismo comienzo y final, durante la que siempre están pasando muchas cosas. La violinista comenta sobre H.I.F. von Biber que “la Passacaglia es uno de los máximos exponentes de su imaginación exacerbada, su espiritualidad y su virtuosismo.”
Disfrute y aprendizaje sonoro
El reportorio que Adriana Alcaide hizo resonar dulce y poderosamente en Tamarite de Litera, incluyó a grandes genios como Johann Sebastian Bach, Nicola Matteis y el ya nombrado H.I.F. von Biber. Composiciones todas ellas reseñables, entre las que también podemos resaltar Chaconne I y II BWV 1004, de J.S. Bach. Dos piezas compuestas por el músico alemán, tras la muerte de su mujer Maria Barbara. La artista relató al público esta historia, revelando la existencia de un tono más triste y de lamento en la primera parte, y adelantando cómo la segunda lleva a otra dimensión más esperanzadora y alegre, siempre dentro de la misma melodía. Asimismo, descubrió una bonita y críptica curiosidad que esconde esta obra, en la que Bach oculta el nombre de su esposa, traducido numerológicamente.
Adriana Alcaide hizo un concierto didáctico para los espectadores, demostrando al mismo tiempo un talento inconmensurable en sus interpretaciones e improvisaciones. Transmitió todo tipo de emociones y estados de ánimo, como en la pieza Impro para Hokkaido, donde se deja influir por todos los viajes realizados por Japón; en Impro Non-stop, donde la artista realiza mil y una virguerías con su voz en un no parar de sonidos; o en Impro Océano, caminando entre las personas asistentes, haciendo sonar su ocean drum, un instrumento mágico que te transporta directamente al mar.
Para terminar, la catalana quiso regalar a su agradecido público Aria de la Suite en Re, una pieza fuera de programa, compuesta para orquesta pero que sonó igualmente bien en el único violín que llenaba el escenario.
Cohabitantes en un ritmo frenético
La artista, que ha viajado por prácticamente todo el mundo, confiesa que “la figura del peregrino me fascina, ya que la vida es un camino por recorrer, tanto a nivel interior como exterior. Ese contacto con uno mismo, los encuentros, los desencuentros, las sorpresas, la confianza ciega, la humildad de andar paso a paso y el espíritu aventurero del caminante son la gran representación de lo que el ser humano ha venido a experimentar en esta vida”.
Ella ha utilizado todas esas vivencias y ese descubrimiento de sí misma para plasmarlo en su disco Still Life, con el que se encuentra inmersa en un tour de conciertos para presentarlo. A su vez prepara el desarrollo de nuevos proyectos “dirigidos a la transformación de las personas a través de expresiones artísticas”, y acaba de publicar su libro Mujerísima, una obra que, en palabras de la propia Adriana, ha sido escrita “a modo de inspiración a mujeres para que conecten con sus talentos y los pongan al servicio de su entorno”.
Vive el momento actual como un proceso muy interesante. “Nos encontramos ante una disyuntiva: o dejarnos llevar por el miedo sin hacernos preguntas o arriesgarnos a ser libres, valientes y a cuestionar los antiguos paradigmas que ya no nos sirven. No dar nada por sentado, salir del rebaño y encontrar la libertad individual al mismo tiempo que somos parte de todo un cuerpo”. De este modo, la artista añade que debemos “permitir las diferencias y la singularidad personal para seguir perteneciendo al grupo”.
Adriana Alcaide considera que hoy en día “todo va a un ritmo trepidante que dificulta el poder encontrar espacios de silencio, vacío y de paz interior”. Unos espacios necesarios para escuchar debidamente la inmensidad y profundidad que transmite la música antigua. Unos espacios que el Festival ofrece a todos aquellos que quieran dejar por un momento ese ritmo agitado, para disfrutar de la calma y centrarse en escuchar tranquilamente.
La artista concluye: “Nuestro gran reto como artistas es recordar el valor de la pureza, de la belleza por sí mismas, sin parafernalias e ir al origen de la necesidad creadora y de expresión para que el espíritu de la música perdure, recordemos de dónde venimos y eso nos ayude a rectificar y poder aportar lo mejor a las generaciones venideras. Renovarse o morir, pero eso sí, sin perder el sentido y la esencia de por qué y para qué hacemos lo que hacemos”.