Buscador de noticias

Formulario
El SoNna Huesca regresa al bosque para buscar su esencia
Imagen: El SoNna Huesca regresa al bosque para buscar su esencia 22-08-2022 Festival Sonna Huesca

Es difícil encontrar un escenario para el SoNna Huesca como el castillo de Benabarre, anfitrión el viernes de El Petit de Cal Eril. El paisaje de 360 grados que se domina, que incluye la punta del Turbón, el castillo de Viacamp o Montfalcó; los restos del castillo y su iglesia, la necesidad de hacer la subida a pie y el ocaso embriagador que remata la tarde lo hacen inigualable. Al margen de los problemas que tuvo el equipo de producción para hacer llegar los materiales, “saltando la muralla” en tres fases de “aproximación”, el único pero es el hecho de que no sea accesible para cualquier persona, un hecho muy poco frecuente en el certamen.

El Petit de Cal Eril es un bálsamo de tranquilidad funky que consigue crear una atmósfera limpia y a la vez, enigmática, apoyada en ejecuciones delicadas y precisas. Pero sobre todas las cosas, El Petit de Cal Eril y Joan Pons, tienen un punto metafísico que comienza con las reflexiones de su líder en esa voz de sacerdote inofensivo de una iglesia en la que se habla bajito. 

La aparente sencillez y frugalidad de sus temas no consiguen esconder un trabajo de orfebrería musical a cargo de Pons, al que Mondo Sonoro lo definió como “el arquitecto de las melodías perfectas”. No es frecuente escuchar pop, por muy metafísico que sea, tan escrupulosamente trabajado.

Tras consultar Pons, natural de Guissona (Lleida), a escasos 125 kilómetros de Benabarre, al respetable, el concierto se desarrolló en catalán, pues catalanoparlantes eran los lugareños y la mayoría de los visitantes. “Y eso, que me encanta hablar en castellano, aunque reconozco que lo hablo raro”.

A medida que avanzaba la tarde, el sol jugaba con las sombras y el castillo de Benabarre iba adquiriendo tonalidades mágicas. Incluso con el sol de frente, la brisa permitía disfrutar de un concierto de tensión baja, pero realmente reconfortante. El público se reconcilió con el verano, al que le había cogido manía, y se marchó encantado de la vida, de la música, del patrimonio y el paisaje. 

Noctámbulos por el bosque

Al día siguiente, sábado, tenía lugar una de las “performances” más originales de la pequeña historia del SoNna. Había expectación, pues “Palabras que rompen huesos”, de la compañía catalana Pagans, ha recibido varios premios nacionales de teatro de calle con esta propuesta. 

El público, congregado junto al crucero de término de Castejón de Sos en dos pases (21.30 y 23.15), no sabía nada del espectáculo y tuvo que resignarse a iniciar a oscuras un sendero por el bosque de Castejón que los llevó casi hasta El Run. A mitad de un recorrido intrigante e inquietante, la compañía les quitó los móviles y los sustituyó por otros que serían la herramienta con la que descifrarían la propuesta en la que, a tientas, se iban a sumergir.

Vídeos y mensajes grabados se alternaron con leyendas de damas de agua y gigantes. La oscuridad era total y los grupos de 25 espectadores parecían luciérnagas en medio del bosque. Los teléfonos sonaban, contestaban a preguntas, se llamaban entre ellos, repetían las voces de uno, o de los otros. El alarde tecnológico culminó en la raíz de un gran árbol, simulada en superficie con fibra óptica. Metros y metros de fibra óptica. De repente, todo el público estaba sobre una gran raíz iluminada.

Fue una experiencia introspectiva, de búsqueda de la naturaleza y de uno mismo. Menos teatral de lo que podía intuirse, pero igualmente sorprendente y por momentos, espectacular.

Idoipe en el sendero Mirador del Isábena

Para cerrar el fin de semana, la organización del SoNna Huesca planteó un recital matinal (12.00) en medio del bosque de Pegá, junto al sendero adaptado Mirador del Isábena, en el puerto de Bonansa. Tras la experiencia de la noche anterior, los escasos espectadores que repetían venían dispuestos a todo. Así que la electrónica de raíz folklórica que experimenta Idoipe no sonó rara en absoluto.


Idoipe trabaja con loop station, con ordenador y voces grabadas; pero también con su voz y su guitarra. Es música experimental, pero en la que el espectador reconoce ritmos y melodías familiares. El zaragozano de madre turolense presentaba Cierzo lento, su primer trabajo extenso, donde mezcla su bagaje musical y sus influencias electrónicas con el amor por su tierra, plasmado en dances o jotas populares. 

Idoipe está a punto de presentar un documental, Tañen furo, en el que recorre la geografía aragonesa en busca de músicas y tradición oral. Al margen de ser el actor principal, aporta la banda sonora. Y en el fondo es lo que de algún modo hemos disfrutado esta mañana en medio del bosque de Pegá. De un viaje por el Aragón profundo a bordo de un medio de locomoción psicodélico.