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Una luminosa arquitectura sonora perfectamente ensamblada
Imagen: Una luminosa arquitectura sonora perfectamente ensamblada 12-08-2025

La iglesia de Berdún acogió la noche del pasado lunes el undécimo gran concierto de la trigésimo cuarta edición del Festival Internacional en el Camino de Santiago (FICS) que organiza la Diputación de Huesca. La velada protagonizada por la organista Esther Ciudad y el trompetista Marcos García Vaquero se convirtió en un majestuoso diálogo entre brillo y hondura, entre el fulgor metálico de la trompeta y la profundidad resonante del histórico órgano oscense. Una conjunción que, más allá de su valor estético, supo encarnar el espíritu del Barroco: equilibrio, contraste y emoción alto voltaje y brío, todo ello al servicio de la buena Música.

La apuesta de ambos intérpretes se distinguió por su capacidad para transformar el espacio de la cita y la percepción del público ahí congregado: “Escuchen el silencio que queda después de cada nota. La verdadera experiencia está en cómo la música transforma el espacio… y a quien lo habita”. Y así fue: cada pieza no terminaba en la última nota, sino en un silencio cargado de resonancia, sentido y alma para la memoria.

Cuidadosamente diseñado para la ocasión, el programa ofreció un muy atractivo recorrido por algunos de los nombres capitales del repertorio barroco alemán e italiano, con Johann Sebastian Bach de todopoderoso pilar central. La apertura con ‘Nun komm, der Heiden Heiland BWV 659’ puso de manifiesto la finura de fraseo de Ciudad y la calidez de articulación de García Vaquero. La conocida coral bachiana fue interpretada con un tempo reposado y con todo un gran sentido para la escucha atenta.

A continuación, el ‘Concierto’ de Georg Philipp Telemann desplegó todo su carácter empático y elegante, con diálogos de gran plasticidad y color entre ambos intérpretes. En contraste, el ‘Preludio en sol menor BuxWV 163’ de Dietrich Buxtehude, a órgano solo, supuso una demostración de solidez rítmica por parte de Ciudad, que hizo brillar la sonoridad única del reconocido órgano de Berdún, con una paleta de registros, de variedad mucho más que notable.

Y uno de los momentos más celebrados de la noche llegó con el ‘Concierto en re mayor BWV 972’, transcripción que Bach realizó a partir de un original de Vivaldi: precisión de ataques de la trompeta y claridad polifónica del órgano, un lúcido diálogo que dio paso a toda una auténtica conversación, complementaria y de contrastes, como ya se esperaba de este gran y aplaudido concierto.

Entre ambos artistas, no faltaron las idas y venidas solemnes, como los ‘Contrapunctus I & II’ del Arte de la fuga bachiano: “El público valora la unidad que conseguimos en escena, una cohesión que va más allá de la técnica”, afirmaba Esther Ciudad antes del directo, para conformar después una espontánea y luminosa arquitectura sonora perfectamente ensamblada.

De nuevo en solitario, el órgano abordó el coral ‘Mit Fried und Freud ich fahr dahin’ de Buxtehude, antes de dar paso a la ‘Fuga en fa mayor’ de Johann Gottfried Walther, pieza en la que Ciudad demostró una vez más su dominio de la articulación y el fraseo barroco. La ‘Toccata’ de Giovanni Battista Martini sirvió como puente hacia la apoteosis final: la célebre ‘Jesus bleibet meine Freude’ (BWV 147) de Bach, convertida aquí en una brillante despedida para el recuerdo, con la trompeta desplegando toda su gran y cristalina nobleza sobre el cálido órgano de Berdún.

En sintonía con el eje temático de esta edición del festival, que subraya ‘la herencia interminable’ de Bach, Ciudad y García Vaquero rindieron tributo al maestro de Leipzig, no sólo interpretando su música, sino demostrando cómo su influencia se extiende a contemporáneos, discípulos y admiradores como Vivaldi, Telemann o Walther: “Siempre es necesario volver a Bach”, comentaban; y en este concierto, esa vuelta fue un poderoso periplo de plenitud sonora y estética, de un diálogo instrumental que, como el propio Camino, invita a seguir andando, escuchando y descubriendo.