Imagen: Félix de Azara

Un altoaragonés universal. Militar, ingeniero, explorador, cartógrafo, antropólogo, humanista y naturalista.

Su biografía, apasionante como ninguna, nos muestra el carácter de un hombre amante y estudioso del medio natural que le vio nacer y con el que convivió durante toda su vida. La Diputación de Huesca, al tomar su nombre para toda actividad dirigida a la conservación del medio, quiere recuperar y difundir su memoria como precursor del interés que, a través de los tiempos, los altoaragoneses han mostrado por su territorio.

Nace en 1742 en Barbuñales, en el seno de una ilustre familia. Su padre, Alejandro de Azara y Loscertales, fue señor de Lizana y sus hermanos ocuparon puestos relevantes en la España del siglo XVIII. Comienza sus estudios en la casa paterna, para más tarde ingresar en la Universidad de Huesca, donde se interesó por los estudios literarios.

El ilustrado en el que más tarde se convirtió, fue forjándose a través de la conversación con los amigos y la lectura.

En 1761 opta por la carrera militar. La elección será fundamental para su futuro como científico, porque las matemáticas y la ciencia moderna sólo se impartían en aquellas fechas en los centros militares, en las Academias o en el llamado "seminario de Nobles". Su trabajo le llevará a desplazarse por toda la geografía española.

Son éstos los años de la Ilustración: ideas con las que Félix de Azara se siente profundamente identificado. Es esta vocación, y su preocupación por el retraso en el que vive la población, lo que le llevará a crear la Real Sociedad Aragonesa de Amigos del País, a semejanza de la creada un año antes en Madrid.

En 1781 es enviado a América en calidad de topógrafo y como integrante de una comisión mixta hispano-lusa, que deberá mediar en los problemas que pudieran surgir en el momento de establecer fronteras en los territorios colonizados por las dos potencias presentes en la zona: España y Portugal.

Comienza la elaboración de un mapa del Paraguay, territorio al que había sido destinado, estudiando el entorno natural, su fauna, su flora, sus moradores y sus costumbres, así como las posibilidades de su geografía.

Tras su regreso a España, se refugió en su Barbuñales natal, donde se dedica a ordenar sus papeles y a colaborar con la Sociedad Aragonesa de Amigos del País, para la que escribe, en 1818, dos informes: "Las pardinas del Altoaragón" y "Los olivos de Alquézar y sus aldeas".

En octubre de 1821 muere víctima de una pulmonía; este altoaragonés universal ha pasado a la historia inmortalizado por su amigo Goya. Sus restos reposan en el mausoleo de los Lastanosa, en la catedral de Huesca.

La vida de Félix de Azara es, sin lugar a dudas, ejemplo de compromiso con el medio natural.