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Poderoso bálsamo sonoro de maestros antiguos y obras capitales
Imagen: Jordi Savall en la Iglesia de Canfranc Estación Jordi Savall en la Iglesia de Canfranc Estación 08-08-2020 Festival Camino de Santiago

La Iglesia de Canfranc Estación acogió la noche del pasado viernes un nuevo concierto del XXIX Festival Internacional en el Camino de Santiago que organiza la Diputación de Huesca. Fue el turno de Hespèrion XXI, conjunto en formato reducido y perfecto formado con Jordi Savall a la cabeza (lira de arco, rabel y rebab), Moslem Rahal (con todo tipo de ney, una flauta oriental), Dimitri Psonis (oud, santur y guitarra morisca) y Pedro Estevan (percusiones), instrumentos, vibraciones y poética, melodías y ritmos en una noche tormentosa que también se conjugó para ser bálsamo sonoro de una bella, intensa e inolvidable velada de absoluta calidad artística y humana.

Ante un escenario de contagio y desasosiego como en el que vivimos, Savall apuesta por elevar el diálogo expresivo y la profundidad de las cosas como luz sonora ante preocupaciones y desencuentros y, de ahí, personas y pueblos. El filósofo francés de origen argelino Jacques Derrida apuntaba que las identidades se construyen a partir de la diferencia, de los límites. En el llamado Universo Savall, la inmersión en el tema del encuentro obliga a comenzar por aquí. Vivimos en mundos distintos pero, sin duda, es mucho más lo que nos une que los que nos separa. 

“La música cuenta con una maravillosa capacidad de unir”, destaca Jordi Savall. De ahí la filosofía y la propuesta de su concierto, músicas del entorno mediterráneo, cristianas, judías, árabes, bajo el eje temático de Oriente-Occidente: Diálogo de las Almas, conversación entre músicas instrumentales de la antigua Hispania, de la Italia Medieval y de las músicas de Marruecos, Israel, Afganistán, Persia, Armenia y del Antiguo Imperio Otomano, en el rescate de maestros antiguos y obras capitales al que nos tiene acostumbrados Savall.

Desde Alba (Castellón, Berbère) a Saltarello-Trecento mss. (Italia, s. XIII), sonaron en Canfranc canciones, danzas, plegarias y lamentos, estableciendo una fluida y provechosa narrativa sonora, siendo a la par toda una reflexión sobre la profundidad de este ‘encuentro’, enfocado desde las raíces de culturas y pueblos. 

Un acercamiento que el maestro hace desde el respeto más absoluto de las fuentes, del cuidado de cada identidad y diversidad social y musical, poniendo en valor las diferentes técnicas, estilos y cauces de interpretación. Y omnipresente, la textura monódica de estas músicas, forma y fondo de culturas que son creencias, símbolos y, sobre todo, procesos y caminos que ayudan e invitan a la reconciliación, en clave de música al servicio de la pluralidad y la libertad.

Savall y amigos diseñaron un directo rotundo, bajo un sabio hilo de Ariadna que cosió oídos y corazones del atento público presente. Sus virtudes: el perfecto engarce de temas, en ese viaje —todavía más en el tiempo que en el espacio— que consigue hacer que siempre que escuchamos a este grande en el festival oscense, haga que el espectador se sorprenda y se abrume, una vez más, por la autenticidad y la implecable sencillez en la ejecución de las piezas.

Música para el sosiego y la alteridad 

En estos tiempos de pandemia, “es un placer para nosotros poder hacer algún concierto, porque la mayoría de actuaciones han sido anuladas, y es una lástima, porque cuando más estamos en situación de estrés, de preocupación, de incertidumbre, la música nos aporta una paz interior que es absolutamente indispensable para poder serenarnos, para poder ver las cosas y afrontar el escenario que vivimos con serenidad e inteligencia”, subraya Jordi Savall.

“Creo que la música es, quizás, el alimento que va más directamente al alma, y es casi el manjar que necesitamos absolutamente para poder afrontar todas las dificultades. En realidad, muchas de las músicas que hemos tocado esta noche son músicas que sirvieron en sus épocas para ayudar a la gente a sobrevivir, cantaban para afrontar sus peligros. Conservadas durante cuatrocientos años, las canciones sefarditas eran músicas que les ayudaban a sobrepasar todas las situaciones complicadas, y tantas otras. La música siempre ha sido el alimento del alma, porque la música va directamente al corazón”, remata Savall.