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Carlos Núñez, peregrino alegre de la música
Imagen: Carlos Núñez, durante su actuación en la iglesia de Siresa. Carlos Núñez, durante su actuación en la iglesia de Siresa. 20-08-2018 Festival Camino de Santiago

El concierto en Siresa del XXVII Festival Internacional en el Camino de Santiago tenía un nombre propio: Carlos Núñez. Cierto que se trata de un artista que no necesita presentación, cierto que poco hay que descubrir… pero ese talante tan maravilloso, inconformista y soñador, de revisitar las fuentes, investigar, conjugar y hacerse con ellas, consigue que el músico siempre crezca y se enriquezca y, por ende, todos los espectadores que podemos gozar con la honestidad de su música, viviendo cada concierto, cada propuesta, como nuevos.

Con Carlos Núñez (flautas y gaitas medievales) y todo su equipo, Pancho Álvarez (fídula y laúd), Xurxo Núñez (percusión), Esteban Bolado (fídula y voz), Wolodymyr Smishkewych (voz, zanfona, organistrum), grandes sonaron Lais Artúricos (Don Amor, Après Chou) y Dum Pater, Ad Honorem (Códice Calixuno) y todo el repertorio de las Cantigas de Santa María, escritas en idioma galaico y en notación musical mensurada en la corte del Rey Alfonso X el Sabio durante la segunda mitad del siglo XIII. Qué belleza todas. Inundaron Siresa.

Núñez es un comunicador nato. Su pasión y entusiasmo por lo que trabaja y la calidad de su temas hacen que lleguen al oyente de manera multiplicada. Además, las presenta, las motiva, las conjuga, les hace coreografías, les muestra sus vasos comunicantes, las pone en valor, abriendo estas canciones, estos discos, estos proyectos a nuestras vidas.

Dentro de su lúcida gira de Lugares Máxicos, el Monasterio de San Pedro de Siresa —¡cómo no elegirlo!— vivió un concierto de gran comunión entre público y artista. Fue, sin duda, una fiesta para los sentidos, y para las músicas con raíz, antiguas y de interpretación contemporánea, vivas de espíritu. Carlos Núñez fue también el gran médium de estos sonidos, reinterpretándolos, pero también llevándolos comprometidamente a su terreno, a su sello y estilo, ese que hace pacto con la verosimilitud de lo que hacemos

El concierto de Núñez fue una oda a la vida, a la naturaleza y a nosotros mismos. Se trataba de un abordaje a la tradición medieval, pero tengo que sumar otra —con salto en el espacio tiempo—, el del espíritu más jovial y alegre de un Shakespeare, lírico y místico, cual Sueño de una noche de verano, invitador siempre al consuelo, a la paz y a la sonrisa.

Buscando construir formas puras con su música, la fantasía sonora de Núñez se adueñó de Siresa. Organizado por la Diputación de Huesca, Núñez nos obsequió con el rumor de los pasos en el tiempo. Como en el Camino de Santiago francés por Aragón, la Vía Tolosana, desde el siglo IX, un paseo que en el fondo también conectó el alto del Somport con Santiago de Compostela, a 858 km. Esta vez el peregrino de la música fue Carlos Núñez y compartió su buena nueva como nadie. Por algo terminó el concierto, todos juntos cogidos de la mano, bailando.