Una tormenta virulenta y con fuerte aparato eléctrico obligó a suspender el sábado el recital conjunto de Idoipe y María Rodés, una producción del SoNna Huesca en colaboración con Fabra i Coats, Fábrica de creación del Ayuntamiento de Barcelona, cuando apenas habían transcurrido veinte minutos del concierto. El público aguantó lo que pudo y el equipo de producción del SoNna Huesca lo alargó también hasta donde fue razonable. Tras un breve corte, la segunda suspensión fue definitiva. Lo que cayó poco después demostró que la decisión no pudo ser más acertada.
Tuvo reflejos el aragonés Idoipe, que tras un par de temas propios y con las primeras gotas cayendo sobre la colegiata de Santa María y el espacio Vicente Baldellou de Alquézar, repleto de público, invitó a María Rodés a subirse al escenario, mucho antes de lo que estaba preparado. Juntos cantaron los dos temas que habían grabado para la ocasión, Monte Pertido y Tot del mon, y al menos el público pudo disfrutar de un digno entremés del menú preparado durante dos años de trabajo conjunto. A pesar de las ganas de los artistas y el público, continuar hubiera supuesto un riesgo innecesario.
Apoyado de recursos audiovisuales, el espectáculo Monte Perdido pretendía sumergir al público en un trance electrónico que cobraba una dimensión especial bajo la mole del castillo y colegiata de Alquézar. Dos renovadores del folklore se reunían para abordar, por ejemplo, la mitología de Las Encantarias, unas hadas legendarias especialmente conocidas en la Ribagorza, catalana y aragonesa.
A Idoipe le dio tiempo a explicar y repasar ligeramente su segundo álbum, Tañen furo, la banda sonora creada por el artista para el documental que él mismo ha protagonizado, en el que ha recorrido el Pirineo aragonés recogiendo sus sonidos y fusionándolos con la electrónica. A María Rodés apenas le dio tiempo a nada. Más allá de cantar los dos singles creados para el espectáculo.
El sentimiento de frustración, sobre todo de los artistas, pero también del equipo de producción y del público, se compensaba con lo insólito de una suspensión en este festival. De los más de 150 conciertos celebrados en las cinco ediciones del SoNna Huesca, solo ha habido una suspensión (Clara Peya en 2024) y apenas dos conciertos han tenido que acortarse, el de la violinista Blanca Altable y el de ayer. Todo un afortunado récord en un festival al aire libre.
Petisme en el CDAN Huesca
El Festival Sonidos en la Naturaleza se traslada este domingo a los jardines del Centro de Arte y Naturaleza (CDAN) de Huesca, para recibir al poeta y cantautor Ángel Petisme. El concierto, programado a las 22.00 horas, servirá de presentación de Buñuel y el 27, el nuevo trabajo del artista bilbilitano.
Tras la publicación hace 25 años de Buñuel del desierto, la primera aproximación monográfica a la obra de Luis Buñuel, el poeta y cantautor aragonés Ángel Petisme vuelve a zambullirse en la obra de su paisano más universal. Buñuel y el 27 es un ejercicio exigente (en lo estético, en lo literario y en lo musical) en la creación y recreación de un artista radical.
El Centro de Arte y Naturaleza (CDAN) de Huesca, diseñado por el arquitecto Rafael Moneo e inaugurado en 2006, es el escenario ideal para el encuentro entre el arte y la naturaleza de la Hoya de Huesca en la que se integra el museo. El CDAN es el epicentro del land art en Aragón y está dedicado a las relaciones entre el arte contemporáneo, la naturaleza y el paisaje.
Petisme elige esta vez un sonido más jazzístico, vanguardista y contemporáneo, regenerando los estilos que sonaban en la juventud de Buñuel; desde el swing, dixie, foxtrot y tango, hasta Wagner y los géneros del cabaret. El cantautor aragonés ha ampliado la mirada en este nuevo trabajo sobre el cineasta de Calanda, al incluir poemas de la Generación del 27, de Lorca, Cernuda, Concha Méndez, Moreno Villa o Pedro Garfías. El trabajo incluye los temas Al meternos en el lecho y Pájaro de angustia, escritos por Luis Buñuel entre 1927 y 1929 para su proyecto de libro El perro andaluz. También recoge El camino conocido, el poema que Lorca le dedica a Buñuel en 1923, y Para que yo me sienta desterrada, un poema de Concha Méndez, pareja de juventud de Buñuel durante siete años.