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Orishas, puente musical entre la Europa barroca y el alma de Cuba
Imagen: Orishas, puente musical entre la Europa barroca y el alma de Cuba 11-08-2025

La iglesia de Siresa acogió la noche del pasado domingo el décimo gran concierto de la trigésimo cuarta edición del Festival Internacional en el Camino de Santiago (FICS) que organiza la Diputación de Huesca. El certamen volvió a sorprender con una propuesta que rompió etiquetas y fronteras: ‘Orishas’, el nuevo proyecto del Ensemble Contratemps dirigido por la violagambista cubana Lixsania Fernández, que tuvo su estreno absoluto en esta edición. Concebido como un viaje sonoro a través de siglos y océanos, el directo fundió la elegancia de la música antigua europea con la vitalidad de los ritmos tradicionales cubanos, invitando al público a escuchar, y a moverse en sus asientos.

Desde los primeros compases quedó claro que ‘Orishas’ no era un recital barroco al uso. La escena se llenó de complicidad entre los músicos con miradas y sonrisas, de un pulso vivo que unía la viola da gamba, los instrumentos de cuerda pulsada y la percusión en un diálogo que cruzaba épocas y geografías: “Queríamos mostrar cómo danzas europeas, como las ciacconas, zarambeques o canarios, fueron influenciadas por ritmos latinoamericanos”, explicaba Fernández antes del estreno. Y eso fue exactamente lo que se vivió: un ejemplo de sincretismo musical en el que la historia se contaba tanto con notas como con gestos festivos y sonoros.

Minuciosamente seleccionado, el repertorio aplaudido en Siresa incluía obras de compositores que en su tiempo viajaron —físicamente o a través de sus partituras— hasta la isla de Cuba. Nombres como Cayetano Pagueras, Juan París o Francisco Guerrero aparecieron junto a piezas anónimas, todas ellas testigos de cómo la música de las catedrales cubanas se impregnó de un mestizaje cultural único. “Música de altísima calidad que cruzó océanos y convivió con la cultura propia de Cuba”, ponía de manifiesto la directora. Y es que cada pieza interpretada era la prueba viva de un intercambio que no fue solo musical, sino también social y humano.  

Uno de los grandes aciertos de la propuesta fue la cercanía con la que el Ensemble Contratemps presentó este repertorio. La música antigua, tantas veces encorsetada por protocolos de interpretación rígidos, aquí se ofreció con altas frescura y cercanía, sin renunciar al rigor histórico pero incorporando una libertad musical que el público oscense sintió suya desde el primer momento. Esa libertad, unida a la evidente complicidad antes citada, provocó que la sala respirara un ambiente cálido y festivo, en el que el aplauso no era un mero trámite, sino una respuesta natural a la energía compartida en un día tan especial como el de la festividad de San Lorenzo.

Fernández recomendaba al público “venir con la mente abierta, dispuesto a disfrutar de nuevos y viejos sones”, y el consejo resultó acertadísimo. Lo que se escuchó no fue solo música, sino un relato de cómo Europa y América dialogaron durante siglos a través de la danza y el ritmo, de cómo la herencia africana, la tradición española y el Barroco europeo se entrelazaron en un lenguaje histórico y común. Es decir, la música como un territorio de encuentro.

Aunque ‘Orishas’ no giraba en torno a Johann Sebastian Bach, la conexión con el hilo conductor del festival —‘la herencia interminable’ del maestro alemán— también estuvo presente. “La música de Bach es un referente y un estandarte en la interpretación histórica; nos acompaña toda la carrera”, reconocía Fernández. En cierto modo, el espíritu bachiano se percibía en el cuidado contrapuntístico y en el modo de articular las líneas melódicas, incluso en medio de los giros rítmicos más caribeños.

El momento actual del ensemble es especialmente fértil. Además de este proyecto, planean grabar pronto ‘Orishas’, tienen en marcha un segundo disco dedicado a Vivaldi y preparan un espectáculo junto a la maga Mélanie, que unirá música antigua y teatro en torno a la figura de Cagliostro. Una agenda intensa que contrasta con la incierta situación que viven algunos festivales europeos, con menos programación y plazos de organización más cortos. “Es fundamental que los festivales de la península sigan apostando por nuestros artistas; tenemos una generación excelente”, remata Lixsania Fernández.