Dos voces femeninas y dos visiones de México, de las fronteras de América del Norte. Lhasa y Astrid Hadad encandilaron ayer sábado a las tres mil personas que casi llenaron el Auditorio Natural de Lanuza bajo el influjo de la media luna y en una agradable noche pirenaica. Las dos mujeres, con sus peculiares estilos y formas de cantar e interpretar, derrocharon entrega y sentimiento, en un gran concierto al que se sumó la magia de Pirineos Sur y del escenario flotante instalado en el corazón del altoaragonés Valle de Tena.
La primera en salir al escenario fue Astrid Hadad, con sus vestidos y sombreros tan divertidos como imposibles y provocadores. Con un repertorio que abarca desde la ranchera hasta la samba y unas letras llenas de sátira y desparpajo, como las propias presentaciones de sus temas, que transforman el espectáculo en un mágico cabaret. El público disfrutó y participó de la fiesta, que se prolongó hasta la medianoche.
Fue entonces el turno de Lhasa, nacida en Québec (Canadá), hija de padre mejicano y madre estadounidense, que lleva a México y le canta con el corazón pero no puede ocultar sus cosmopolitas influencias, fruto de sus viajes por medio mundo. Su música es una fusión de estilos y hasta de idiomas. Además del español, Lhasa cantó varias canciones en inglés y francés e incluso una en árabe. En el escenario es todo lo contrario de Hadid: tímida y frágil, pero su maravillosa voz lo inunda todo de sentimiento e intensa emoción, arropada por instrumentos como el piano y el violonchelo.