La Diputación de Huesca, 27 años después de celebrar una exposición retrospectiva de María Cruz Sarvisé (Zaragoza, 1923), retoma parte de los trabajos más significativos de su producción artística en pro de una nueva lectura donde el paso del tiempo y su permanencia, no solo se transcriba como fórmula medible, sino que conforma un políptico testimonial y contemporáneo de su trabajo.
Esta nueva lectura se le ha encargado a Teresa Salcedo, artista visual de larga trayectoria que desde sus inicios concibe su propuesta artística como un proyecto multidisciplinar, utilizando en sus intervenciones distintos lenguajes, intención que traslada al proyecto de María Cruz Sarvisé, donde, en todo momento, la pintura es el objeto principal de observación. Salcedo propone un trabajo que permite añadir nuevas miradas sobre el valor pictórico y conceptual de la exposición. Además de (re) conocer el personal trabajo de Sarvisé, propone vivenciar los aspectos más inquietantes y enigmáticos de su obra con cualidades que desbordan lo evidente, por la mirada del espectador.
En el itinerario pictórico de María Cruz Sarvisé, desde finales de los años 50 hasta la fecha, unas veces es una noticia la que le moviliza; otras, una imagen la que le impresiona. Desde el principio el símbolo, la metáfora o la alegoría son buscados como complemento mediante añadidos objetuales y poéticos que se repiten en casi la totalidad de su producción. Los motivos tratados insistentemente -niños, retratos, paisajes, maternidades divinas, humanas y animales, figuras metafóricas, cristos y hombres, mujeres y niños solos, desnudos…— comparten un fondo descriptivo utilizado como pretexto para ejercitarse en el oficio de la pintura. Traslada al lienzo hechos que la motivan sin más afán que dejar constancia de sus emociones, que nos llegan bajo la impresión de inquietantes mensajes, de denuncia, tragedia, historia o representaciones lúdicas y de ensueño. Realidades que le unen invisiblemente al sentir colectivo, muchas veces dolorosamente contemporáneo.
Lo que se anuncia como exposición de pintura no responderá pues a las expectativas de visualización y contemplación de un cuadro tras otro. El proyecto expositivo se plantea como concentración de unidades en tres grandes polípticos, dos de ellos a modo de retablos, de carácter religioso y social que a la vez interactúan con el tercero donde se recoge la temática más lúdica y recursiva.
El discurso, tanto teórico como espacial, plantea un ejercicio de asociación transpositiva. Junto a las obras de la autora, se muestran imágenes de referencias de otros artistas de distintos momentos históricos y contemporáneos. Asociaciones, proyecciones anímicas, referencias a otras obras de arte, que remiten a una lectura más integrada de la obra de María Cruz Sarvisé.
Siguiendo las teorías de Albers sobre la actuación del color y sus capacidades de transmisión, cada políptico se presenta en el espacio expositivo, ensamblado a su vez en un par de colores elegidos por su matiz, atendiendo a su fuente dominante tanto en la temática tratada como a su propio color; de manera que al actuar como discurso pleno entre ellos, los de María Cruz Sarvisé y los elegidos, se produzca una interacción continua que crea una modificación en la visión objetiva.
Comisaria: Teresa Salcedo Ferra