El pastoreo tradicional es un indicativo de la salud de un área natural y de los valores, políticas e ideas que caracterizan a su población y rigen su forma de entender la vida. Significa una voluntad social por mantener los oficios tradicionales, apostar por la alimentación de cercanía; poner en valor cadenas de producción y comercialización sostenibles; promulgar una concepción ecológica de la alimentación; preservar los paisajes; minimizar riesgos como, por ejemplo, los incendios forestales; definir la identidad de un territorio y, al fin y al cabo, abogar por la sostenibilidad como valor primordial.
La ganadería extensiva ha tenido una importancia vital durante siglos en la provincia de Huesca. Siempre ha sido una de las señas de identidad de este territorio. Los movimientos migratorios y poblacionales que afectaron al mundo rural en la segunda mitad del siglo XX dificultaron la práctica de esta profesión. Las consecuencias persisten hoy en día. La pérdida de profesionales dedicados al pastoreo se ha reducido en las últimas décadas. A ello se unen las dificultades asociadas al sector ganadero.
Afortunadamente, queda todavía un reducido número de pastores y pastoras que cuidan los rebaños. Esos animales que alimentan a la población. Suben al ganado al puerto para que puedan soportar los meses más cálidos del año. Lo hacen con una profesionalidad admirable; fieles a un trabajo que exige presencia y dedicación día y noche, tanto si llueve como si nieva o golpea el sol… conservando así un oficio que es patrimonio inmaterial de la provincia de Huesca y que propicia un consumo agroalimentario responsable, con productos autóctonos de calidad y un modelo de comercialización de cercanía.
Son la resistencia. Pastores y ganaderos se agrupan en una docena de asociaciones en el Alto Aragón, entidades que defienden el mantenimiento de una profesión esencial para preservar el paisaje mosaico típico mosaico típico de la zona norte de la provincia de Huesca, algo fundamental para evitar la expansión de matorrales y, por tanto, evitar los incendios forestales. Un oficio además que se adapta a las necesidades y demandas de la sociedad moderna, en la que, por otro lado, la mujer está ganando cada vez más protagonismo.
Su incorporación a la ganadería y al pastoreo está siendo vital para el futuro de la profesión. Poco a poco va quedando atrás la idea instalada en el imaginario colectivo de que este era un sector en el que solo podían trabajar los hombres. La mujer, pilar básico del sostenimiento del medio rural, sigue rompiendo barreras y garantizando con su actividad un futuro para los pueblos.
El porvenir de esta actividad, ligada al asentamiento poblacional en la provincia de Huesca, pasa también por quienes llegan provenientes de otras tierras. Pastores y esquiladores continúan en nuestro territorio con el trabajo al que se dedicaban en sus países de origen; otros encuentran en estas actividades un modo de subsistencia y de estabilidad profesional, una forma de recuperar y reanudar sus proyectos de vida en nuestros pueblos. En muchos casos, los inmigrantes están manteniendo esta actividad que languidece por falta de relevo generacional.
Estos y otros factores invitan al optimismo. La Escuela de Pastores de San Juan de Plan, impulsada por la Diputación Provincial de Huesca, ofrece una propuesta formativa profesional única en España. Cada año agota sus plazas, señal de la demanda existente entre los jóvenes para aprender este oficio.
El XXV Galardón Félix de Azara está dedicado a los pastores y pastoras de la provincia de Huesca. Estas personas mantienen un oficio clave para el desarrollo territorial altoaragonés, favorecen un equilibrio demográfico y una preservación ambiental de un valor incalculable.